La Tau es el signo puesto en la frente de los pobres de Israel, salvándoles así del exterminio.
Fue después adoptada por los primerísimos cristianos por un doble motivo:
1. Como última letra del alfabeto hebreo, era una profecía del último día y tenía la misma función de la letra griega Omega, como aparece en el Apocalipsis: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed le daré gratis de la fuente de agua viva… Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Ap 21,6; 22,13).
2. Los cristianos adoptaron la Tau, porque su forma les recordaba la cruz, sobre la que Cristo se inmoló para la salvación del mundo.
Lo que no es
La Tau no es un amuleto mágico.
No es un fetiche, ni mucho menos un juguete cualquiera.
No da buena suerte ni hay que colgarlo porque “trae el bien”.